DUREZA MENTAL
MIGUEL VOLCAN SANCHEZ
De una u otra manera los entrenadores de basketball nos hemos referido repetidamente a la importancia de que nuestros jugadores sean mentalmente “duros”, siendo habitual que consideremos como tales a los que soportan grandes cantidades de esfuerzo, incomodidad e incluso dolor, toleran múltiples adversidades sin “venirse abajo”, raramente “tiran la toalla” y/o son capaces de sacar fuerzas de “donde sea” cuando los que están alrededor se encuentran agotados o derrotados. Al contrario, los jugadores mentalmente “blandos” suelen ser los que enseguida se quejan (abierta o encubiertamente), apenas toleran el sobre esfuerzo, la incomodidad, el dolor o la frustración “tiran la toalla” en cuanto las cosas no salen como les gustaría, son incapaces de luchar con eficacia en condiciones adversas, se “vienen abajo” con facilidad e incluso se lesionan más veces, pudiendo ser las lesiones un instrumento útil para justificar sus fracasos y/o evitar sus responsabilidades.
La “dureza mental” es, por lo tanto, un importante atributo que suele tener una influencia decisiva en el rendimiento de los jugadores y del equipo. Sin embargo, a menudo se ignora o se minimiza cuando se selecciona a los componentes de un equipo de basketball, para después lamentarse cuando los jugadores que tanto prometían por sus condiciones técnicas o físicas (pero que carecen de dureza mental) dejan al equipo “colgado” en los momentos más trascendentes de la temporada. ¿Cuánto tiempo y confianza hemos dedicado a jugadores de los que pueden considerarse “blandos” porque, por ejemplo, su técnica de tiro era impecable o eran muy altos, con la esperanza de que serían buenos jugadores y, sin embargo, una y otra vez, nos hemos llevado una tremenda decepción con ellos?
Considero que la “dureza mental” puede tener fundamentalmente tres componentes: compromiso, reto y control. El compromiso implica la tendencia a involucrarse en gran medida en lo que uno hace o en lo que necesariamente tiene que afrontar, en contraposición a eludirlo total o parcialmente (el jugador “duro” tiende a comprometerse de verdad con el proyecto deportivo del equipo y con sus responsabilidades individuales, sin evitar o escapar de alguna manera de este compromiso). El reto hace referencia a la tendencia a considerar las situaciones problemáticas o adversas como retos o desafíos interesantes que deben ser superados, en lugar de interpretarlas como situaciones gravemente amenazantes ante las que apenas se puede hacer nada, salvo evitarlas en lo posible (el jugador “duro” afronta la dificultad y la adversidad en partidos y entrenamientos como retos interesantes que intentan superar; mientras el jugador ?blando? huye en lo posible de estas situaciones).
Por último, el control implica la tendencia de percibir que uno puede controlar las dificultades y adversidades que suceden en su vida, en lugar de percibir que son éstas las que le controlan a uno (estableciéndose, aquí, una nueva diferencia entre el jugador “duro” y el jugador “blando”).
El jugador que de verdad se compromete con sus responsabilidades, acomete las situaciones difíciles y adversas como retos que deben ser superados y percibe que puede controlar estas situaciones, afrontará las múltiples exigencias de partidos y entrenamientos con la “dureza mental” que, tarde o temprano, suele conducir al éxito. Al contrario, el que no asume o sólo lo hace hasta cierto punto , contempla las situaciones difíciles y adversas como amenazantes e inevitables y además percibe que no tiene recursos para controlarlas, estará librado a las circunstancias y sólo rendirá bien en situaciones poco estresantes o cuando las cosas le salgan bien desde el principio del partido.
La distinción que hemos hecho entre jugadores “duros” y “blandos”, no quiere decir que se pueda etiquetar a todos los jugadores de basket con atributos inamovibles; al igual sucede en función de los equipos (equipos duros o blandos). El ser mas “duro” o más “blando” sólo debe indicar una tendencia, más o menos estable según los casos, que en contra de lo que muchos opinan puede ser modificada, en mayor o menor medida, mediante el trabajo apropiado. Conseguir que un jugador de los considerados “blandos” llegue a ser más “duro”, implica un plan de trabajo psicológico dirigido específicamente hacia este objetivo, y no esperar pasivamente (hablando o actuando a ciegas) a que el problema se corrija por sí solo. En general, se deberá hacer un trabajo muy cuidadoso que ayude a estos jugadores a comprometerse más, considerar la dificultad y la adversidad como retos en lugar de amenazas y percibir control sobre las situaciones problemáticas que les rodean, algo que requerirá potenciar progresivamente su autoconfianza en lugar de deteriorarla.
El entrenador, desde su perspectiva, puede plantearles a estos jugadores dificultades progresivas que resulten alcanzables, planteando en los entrenamientos situaciones adversas parecidas a las de los partidos(el entrenamiento debe ser mas duro y complejo que el propio juego, es el lugar y momento donde se debe poner el equipo a punto). También puede ponerles las cosas difíciles a estos jugadores (por ejemplo, hacer que les cueste ganarse el puesto), aunque en la medida que considere que el jugador será capaz de luchar para superar su situación adversa. En cualquier caso, será absurdo plantear dificultades que el jugador no pueda superar, bien por sus condiciones físicas o técnicas, bien por su falta de hábito de lucha contra la adversidad. Lógicamente, dependiendo de la edad y de la categoría de los jugadores, las estrategias a utilizar, sobre todo la forma de utilizarlas, serán diferentes, debiendo tener presente el entrenador el contexto concreto en el que se encuentra.
El asesoramiento de un psicólogo especializado en casos delicados, puede resultar de gran ayuda para los entrenadores que pretenden que sus jugadores, o alguno de ellos, se hagan más “duros”. Conseguir este objetivo puede suponer que muchos jugadores con gran potencial salgan de su permanente estancamiento, mejorando notablemente sus posibilidades de rendimiento
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